Mientras más tiempo pasa, la ‘memorabilidad’ – cualidad de ser recordado – de las situaciones o cosas nuevas a las que nos enfrentamos , disminuye. Así pues, es más memorable la ansiedad que sentíamos de pequeños cuando no nos salían las cosas como queríamos, que la ansiedad que sentimos cuando, ya adultos, las cosas no resultan de acuerdo a nuestros planes.
Independientemente de que la importancia y criticidad absolutas son mayores en las actividades que realizamos como adultos, las relativas son mayores en las cosas de los niños. Es decir, cada día de nuestra vida, no hacemos más que descubrir que el universo es más grande de lo que creíamos el día anterior y cada día, nos sentimos más pequeños con relación al mismo.
Bajo esa misma situación, es fácil hacer conciente el hecho de que el universo puede ser más grande de lo que creemos, pero como no sabemos en qué manera o dimensión, subconscientemente creemos que el universo es grande y desconocido, pero también, nuestro subconsciente le asigna una magnitud. Dice: “El universo es ‘así’ de infinito.”
Al día siguiente lo único que descubrimos que el ‘así’ del día anterior, que no sabíamos exactamente de donde había salido pues su definición es algo de lo que se encarga el subconsciente, simplemente no concuerda con la realidad y nos damos cuenta, descubrimos, conocemos, asimilamos, intuimos, concluimos que hay algo más, una nueva dimensión bajo la que se puede medir la realidad.
Es en ese momento que llega esa sensación de ansiedad por no saber exactamente como hemos sobrevivido hasta ese día sin saber lo que acabamos de conocer. Entonces nos damos cuenta del poco sentido que ahora hacen ciertas decisiones que tomamos en el pasado pero que entonces parecían la opción lógica y sensata. Y eso también nos hace pensar acerca de cómo veremos las decisiones que tomemos hoy, cuando descubramos algo nuevo.
Durante ese proceso de asimilación y aceptación de que el universo es más grande de lo que creíamos, nuestro subconsciente aprende un nuevo límite y se dice a sí mismo y a nosotros: “Hacer caso omiso de la frontera anterior, el universo ahora es infinito hasta ‘aquí’.”
El ciclo se repite constantemente, si bien, no todos los días, si con mucha frecuencia. Pues la aceptación de un nuevo ‘limite’ en lo infinito del universo es sólo la mitad del proceso.
Una vez que hemos aceptado que las cosas son más complejas de lo que creíamos, el siguiente paso es aprender cómo tenemos que modificar nuestros valores y conocimientos existentes, es decir, nuestro marco de referencia. Para aceptar la ‘nueva’ realidad y adaptarla a nuestra vida cotidiana. Muchas veces tenemos problema para aceptar esta ‘nueva’ realidad del universo, pues para hacerlo, tendríamos que cambiar fundamentalmente muchas de las cosas que hasta ese momento creíamos como verdad absoluta e inamovible. Es entonces que calificamos a esas situaciones que nos presentan la evidencia de algo nuevo, primero intentamos convencernos a nosotros mismos de que eso no puede ser, que no es cierto. Pronto fracasamos en esa parte y lo siguiente es buscar una explicación con nuestro marco de referencia actual, para dar explicación a lo desconocido que tenemos enfrente, es de ahí que muchas cosas las consideremos como asombrosas, extraordinarias o, incluso, milagrosas. Pues para asimilar y aceptarlas hemos utilizado un marco de referencia que no contiene las variables necesarias para describir la situación en cuestión. Es decir, se nos ha presentado la oportunidad de aceptar que la realidad es más grande de lo que creíamos, y nosotros hemos decidido ignorar ese hecho y calificar a la situación como una casualidad en el mejor de los casos, o algo que está mal, pues no lo hemos podido comprender.
Una vez que hemos hecho consciente que la situación nueva es una casualidad, hemos dado un paso hacia atrás en nuestra capacidad de descubrir cosas nuevas y ampliar nuestra visión del universo. Tal vez la situación nunca se vuelva a presentar; o tal vez en unos cuantos días, meses o años la tengamos nuevamente frente a nosotros. Pero cuando llega ese momento, nuestra mente recuerda: “ah, esto ya lo había vivido. ¿Qué era?¿Por qué sucedió?... ah, sí ya recordé: un milagro. Bueno, aquí no pasó nada, sigamos adelante.’
En el peor de los casos, lo que hacemos es entrenar a nuestra mente para no indague cuando se presente una oportunidad nueva de aceptar que la realidad es diferente a como creemos. Nos estancamos.
Ahora bien, supongamos que nos enfrentamos a algo nuevo que no conocemos, descubrimos una nueva regla que rige la realidad, si perdemos la oportunidad de asimilarla y entenderla, hemos dado un paso hacia atrás en nuestro crecimiento. El crecimiento viene de la asimilación de la novedad, que nos permita adaptarnos a novedades futuras.
Si el crecimiento de una persona lo podemos dividir en absoluto y relativo. En nuestra vida diaria es fácil medir nuestro crecimiento relativo, pues es tan fácil como voltear con nuestros compañeros de trabajo o nuestros vecinos y preguntarnos: ¿Qué cosas nuevas aprendí que mi vecino ya supiera? ¿Qué cosas nuevas aprendió mi vecino? ¿Yo ya las conozco?.
Entonces, cuando medimos el crecimiento de manera relativa a nuestros vecinos o compañeros de trabajo, estamos ampliando nuestras expectativas sociales o laborales, lo cual nos permitirá, en un futuro, ampliar nuestras expectativas.
No obstante, el incremento en el conocimiento relativo, nos dice tanto acerca de nuestra posición real, como nos lo dice un ascensor cerrado. Tenemos que confiar en que el indicador del piso trabaje correctamente para saber donde estamos. Si no hay indicador de piso, lo único que podemos hacer es confiar en que los controles funcionen y nos puedan ayudar a subir o bajar cuando lo necesitemos. Ahora bien, si nunca saliéramos del edificio, no sabríamos exactamente qué tan grande es, pues nosotros sólo conoceremos los lugares a los que nos lleve el ascensor. El cual es nuestro marco de referencia, o conjunto de valores, nos ayuda a movernos dentro de la realidad que conocemos.
El problema es cuando descubrimos que hay nuevo piso que antes no conocíamos. Debemos tener la capacidad de agregar un nuevo botón que nos permita llegar a ese piso, o poder construir las escaleras que nos permitan llegar a él. Pues si no, lo único que podremos decir, es que creemos, o que se supone que hay algo. Pero nos estaremos perdiendo de lo que ese piso pueda ofrecernos. En el peor de los casos decimos: “Se rumora que hay un piso bajo éste, pero es mentira porque no puedo llegar a él”
Así pues, nuestro crecimiento se puede definir, como nuestra capacidad de modificar nuestra escala de valores para que pueda aceptar y conocer cosas nuevas.
No obstante, hasta ahora, sólo hemos visto el crecimiento relativo. Para poder decir que crecemos de manera absoluta, es decir en comparación con la totalidad de las cosas, o del universo, debemos permitir que nuestro marco de referencia se modifique de acuerdo a esa escala, la cual puede ser en un sentido poco importante para el crecimiento relativo.
Así bien, es importante recalcar que el crecimiento absoluto siempre implica un crecimiento relativo, pero un crecimiento relativo no necesariamente implica un absoluto.
El crecimiento absoluto nos acerca a conocer más de la esencia de las cosas. A entender cómo funcionan lo incomprensible. A entender las leyes que rigen la realidad.
En general cada día que pasa y que no aprendemos algo nuevo que nos permita acercarnos a la totalidad del universo es un día que hemos desperdiciado. Por mucho que digamos que hemos crecido de manera relativa, ya sea consiguiendo más riqueza física o intelectual. Nunca debemos perder de referencia que es el crecimiento absoluto el que importa, y es el que no debemos perder de vista en ningún momento.
Son los pioneros que en busca del crecimiento absoluto nos dicen hacia donde mirar en espera de ver algo nuevo. Son quienes encuentran la forma de descubrir nuevos pisos o nuevos sótanos en el edificio, y quienes muchas veces nos dicen que tenemos que modificar nuestro ascensor para poder llegar a los nuevos pisos, previamente desconocidos. Ahora bien, cuantos de estos pioneros no podrían ser charlatanes que dicen haber descubierto un nuevo piso y te dan instrucciones de lo que debes modificar en tu ascensor para llegar a él, aunque en realidad no te lleve a ninguna parte, o lo que es peor, para que no puedas llegar a ese nuevo nivel.
La única forma de conocer que tanto estamos creciendo, es decir, a que tantos pisos tenemos acceso, es si podemos saber si sabemos de cuántos pisos consta el edificio en su totalidad. Y debido a que nosotros nos movemos dentro de un marco de referencia que está limitado, habría 2 formas de conocer realmente cual es nuestro estado actual en cuanto a exploración del edificio.
La primera sería que tuviéramos acceso a los planos del edificio, lo cual sería muy difícil de lograr. Pero suponiendo que los consiguiéramos, también necesitaríamos que tuvieran marcas de cuál es el piso más alto al que hemos llegado y el más bajo. Eso, por extrapolación, nos podría decir que tan lejos o cerca estamos del conocimiento absoluto. No obstante, esto implica que deberíamos tener los suficientes conocimientos para entender los planos, lo cual sería todo menos sencillo.
La segunda sería que tuviéramos los medios para salir del edificio y observarlo desde afuera. Como hombres mosca pegados a la ventana. El problema de esta visión es que mientras más cerca estemos de las paredes, más difícil nos será entender la magnitud real de la construcción, pero más fácil nos será regresar adentro. Si nos despegamos más del edificio, tendremos una perspectiva que nos permita observar a mejor detalle su magnitud real. Pero al estar afuera, nos exponemos a factores que probablemente sean desconocidos para nosotros en el interior. Y esos factores pueden hacer que nos perdamos afuera y aún cuando podamos entender la magnitud del edificio, puede ser que nunca encontremos otra ventana por la cual regresar y contarle a los demás nuestros descubrimientos. Salir de la realidad para entender a la realidad también es muy arriesgado.
A final de cuentas, si no crecemos de manera absoluta, y el universo se mantiene constante, nosotros permanecemos igual, lo cual está bien para alguien que quiera llevar una vida tranquila y conformista. Sin embargo, si no crecemos de manera absoluta y se diera la situación de que el universo sigue creciendo, nosotros, al mantenernos constantes, estaríamos en realidad decreciendo, hasta que llegaría un momento en que el universo fuera tan grande, y nosotros tan pequeños, que desapareceríamos. Es muy probable que el universo tenga la capacidad de crecer mucho más rápido de lo que nosotros podríamos, pero es muy poco sensato no hacer el intento por mantenernos a la par. Es algo que al menos nos debemos a nosotros mismos.
Tan sólo es necesario dar una mirada a los medios de información, que son un reflejo de las estructuras sociales, culturales, religiosas y económicas que rigen nuestro mundo. Si intentamos abstraernos, ignorando nuestros vínculos con dichas estructuras, y lo logramos. Nos daremos cuenta de lo triste que es el hecho de que se desperdicie tanto esfuerzo en cosas sin sentido. Que realmente el estilo de vida humana, como la conocemos en este momento, no nos está ayudando a tener ese crecimiento que nos acerque a la realidad. Y lo peor, es que no se ve en un futuro cercano, el que para nosotros sea factible comprender la realidad del universo. Estamos condenados a la inexistencia.
2 comentarios:
Una de las mejores maneras de saber el tamaño del edificio es encontrar un mentor. O mejor muchos.
Personas que por su experiencia y visión saben que los pisos que tu has visitado son muy pocos en comparación con lo que ellos conocen.
Además diferentes mentores, conocen diferentes pisos y de esa manera tu terminas conociendo más.
Y no, un buen mentor no es alguien de edad y circunstancias similares a la tuya, porque él probablemente conozca los mismos pisos que tú.
Segundo aunque puedes encontrarte "charlatanes" hay una prueba sencilla para identificarlos: "El tiempo" Por ejemplo un libro que ya va en su vigésimo aniversario y sigue siendo leido es bueno, no es una moda pasajera.
Si, estoy de acuerdo con tu comentario Viejo, pero muchas veces ni el paso del tiempo es suficiente... bueno sí lo es, pero no a escala humana, sino sociedad. Es decir tiene que pasar mucho, mucho tiempo.
En cierta forma cuando mencioné a los charlatanes, estaba pensando en líderes religiosos. Durante la Inquisición se tenía que pelear y estar dispuesto a sacrificarse con tal de esar comprometido con la realidad y no con lo establecido.
Desafortunadamente el hecho de que algo no sea una moda pasajera, como dices, no es implicitamente bueno para el descubrimiento de la realidad. Aunque ciertamente tiene más probabilidades de serlo que las simples modas.
En cuanto a lo de tener uno o varios mentores. Siempre hay que estar preparados para el momento en que su camino se aparte del objetivo, y buscar otro mentor. Muchas veces incluso descubriremos que tenemos que dar pasos atrás para poder seguir adelante. Tarde o temprano va a llegar el momento en que debamos dejar al mentor para seguir por nuestra cuenta. Si no sólo estaremos limitados al subconjunto resultante de la unión del conocimiento de los mentores. En otras palabras, su función es la de motivar y estimular la búsqueda de nuevos pisos.
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