Lunes 28 de abril de 2008, 5:45 am
Monterrey, Nuevo León, México.
Nublado con llovizna ligera, el despertador ha estado sonando por casi media hora y yo he decidido apenas hacerle un poco de caso.
Intento tomar el control remoto y encender el televisor en algún canal de noticias. Sigo dormido. Escucho algo que ni mi dormida mente puede creer.
Ya un poco más despierto estiro mi brazo en busca de mis lentes, pues sin ellos no veo ni de la cama a la tele. Confirmo la información que había escuchado.
Sólo hay 2 posibilidades: a) otra vez me perdí en el espacio/tiempo y no estoy donde/cuando debería. b) necesito despertar y dejar de alucinar. Históricamente ambos son probables y muy posibles, de ahí mi indecisión para hacerle caso a lo que veía.
12 grados Celcius a 2 días de terminar Abril, algo que no se ve en esta época del año en Monterrey. Para ser el resultado de la imaginación de un grupo de ambientalistas, el calentamiento global tiene efectos demasiado tangibles.
Monterrey, Nuevo León, México.
Nublado con llovizna ligera, el despertador ha estado sonando por casi media hora y yo he decidido apenas hacerle un poco de caso.
Intento tomar el control remoto y encender el televisor en algún canal de noticias. Sigo dormido. Escucho algo que ni mi dormida mente puede creer.
Ya un poco más despierto estiro mi brazo en busca de mis lentes, pues sin ellos no veo ni de la cama a la tele. Confirmo la información que había escuchado.
Sólo hay 2 posibilidades: a) otra vez me perdí en el espacio/tiempo y no estoy donde/cuando debería. b) necesito despertar y dejar de alucinar. Históricamente ambos son probables y muy posibles, de ahí mi indecisión para hacerle caso a lo que veía.
12 grados Celcius a 2 días de terminar Abril, algo que no se ve en esta época del año en Monterrey. Para ser el resultado de la imaginación de un grupo de ambientalistas, el calentamiento global tiene efectos demasiado tangibles.
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