Debido a varias razones, durante los últimos meses no he podido pasar todo el tiempo que quisiera con mi hija. Por fortuna, todo se alineó para que este fin de semana (en que precisamente mi hija cumplió un año y 10 meses de edad) tuviera el tiempo que ella se merece.
Después de acompañarla en sus juegos, en sus programas infantiles y de correr de un lado para otro; y después de que ella me acompañara al banco, al súper, a pagar los servicios de la casa y demás cosas; llegó el domingo por la noche.
Antes de cenar, salimos a caminar un poco, no muy lejos porque ambos ya estábamos cansados. Y fue en ese momento que ocurrió, una de esas conversaciones que sólo puedes tener con los más pequeños. Que lo menos que hacen es maravillarte con la inocencia, pureza, emoción y felicidad que tenemos cuando estamos empezando a descubrir el mundo, y que inevitablemente (y tristemente) perdemos conforme crecemos.
- Mira Évelyn, la Luna - Ella volteó al cenit y movió su cabeza rápidamente de un lado a otro, sin darse cuenta que yo estaba señalando la Luna con mi mano - Allá nena. Mira, allá está la Luna.
- ¡Ah! ¡Que bonita! - Fue la expresión de asombro, mientras hacía su sonrisa de felicidad al ver la Luna llena que se elevaba sobre el horizonte.
- ¿Te gusta la Luna Évelyn?
- ¡Sí! - Casi gritando de gusto. Nunca me imaginé lo que me diría después, en cierta forma me hizo recordar lo que fui de niño y que no supe cuándo ni cómo perdí. Su tono de voz cambió de euforia al tono que hace cuando va a pedir algo. - ¿Vamos a Luna?
Algunas veces los niños nos asombran con su rápido crecimiento, otras veces, nos gustaría que no lo hicieran o que al menos nunca perdieran esa chispa que sólo puede brotar del corazón de los más pequeños.
¿Cómo le contestas a tu hija que si pudieras, claro que la llevarías a la Luna? ¿Cómo le contestas sin mentirle y sin romper sus ilusiones?
- Si nena, vamos a la Luna, pero primero vamos con mamá a cenar.
- ¡Sí!
Hoy por la mañana, cuando salíamos de la casa para ir a la guardería, la Luna se estaba ocultando tras el Cerro de las Mitras. Evelyn no tardó un segundo en recordarme la promesa que le hice.
- Mira, Luna. !Qué bonita! ¿Vamos?
Después de acompañarla en sus juegos, en sus programas infantiles y de correr de un lado para otro; y después de que ella me acompañara al banco, al súper, a pagar los servicios de la casa y demás cosas; llegó el domingo por la noche.
Antes de cenar, salimos a caminar un poco, no muy lejos porque ambos ya estábamos cansados. Y fue en ese momento que ocurrió, una de esas conversaciones que sólo puedes tener con los más pequeños. Que lo menos que hacen es maravillarte con la inocencia, pureza, emoción y felicidad que tenemos cuando estamos empezando a descubrir el mundo, y que inevitablemente (y tristemente) perdemos conforme crecemos.
- Mira Évelyn, la Luna - Ella volteó al cenit y movió su cabeza rápidamente de un lado a otro, sin darse cuenta que yo estaba señalando la Luna con mi mano - Allá nena. Mira, allá está la Luna.
- ¡Ah! ¡Que bonita! - Fue la expresión de asombro, mientras hacía su sonrisa de felicidad al ver la Luna llena que se elevaba sobre el horizonte.
- ¿Te gusta la Luna Évelyn?
- ¡Sí! - Casi gritando de gusto. Nunca me imaginé lo que me diría después, en cierta forma me hizo recordar lo que fui de niño y que no supe cuándo ni cómo perdí. Su tono de voz cambió de euforia al tono que hace cuando va a pedir algo. - ¿Vamos a Luna?
Algunas veces los niños nos asombran con su rápido crecimiento, otras veces, nos gustaría que no lo hicieran o que al menos nunca perdieran esa chispa que sólo puede brotar del corazón de los más pequeños.
¿Cómo le contestas a tu hija que si pudieras, claro que la llevarías a la Luna? ¿Cómo le contestas sin mentirle y sin romper sus ilusiones?
- Si nena, vamos a la Luna, pero primero vamos con mamá a cenar.
- ¡Sí!
Hoy por la mañana, cuando salíamos de la casa para ir a la guardería, la Luna se estaba ocultando tras el Cerro de las Mitras. Evelyn no tardó un segundo en recordarme la promesa que le hice.
- Mira, Luna. !Qué bonita! ¿Vamos?
3 comentarios:
Chale, haces que me florezca un extraño instinto maternal.
Yo por eso quiero siete de esos.
Pues yo con mi hija sí que me saqué la lotería... aunque criar un hijo es un trabajo muy distinto al que creía... mucho más sencillo en aspectos que antes creía que me iban a preocupar, y también más complejo en cosas que subestimaba.
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