Más que el hecho de trasladarte de un lugar a otro, conducir tu auto es una forma de expresión.
El hecho de que los autos nuevos estén llenos de tecnología, en cierta forma, reducen nuestra capacidad de expresarnos al volante de los mismos. Limitan la oportunidad de mostrar nuestro toque distintivo.
Es suficiente con recordar los tiempos de la infancia del Xig Promedio, cuando veía por la ventana de su cuarto acercarse el Ford LTD 1977 de sus padres. Era fácil distinguir a la distancia quien lo conducía. Aún cuando no pudiera verse hacia el interior del auto. Pues la forma de conducir de cada persona es notablemente distinta, tal vez no tan distintiva como las huellas dactilares, pero si tanto como la forma de pensar de las personas.
Contrastando, hoy en día es difícil reconocer a las personas por su hábito de conducción. Pues actualmente es el auto quien hace la mayor parte del trabajo.
Pocas personas, tal vez ninguna, podrían distinguir a dos pilotos de Fórmula 1, digamos Fernando Alonso y Kimi Raikkonen visitiendo monos y casco del mismo color y conduciendo el mismo auto, o incluso, conduciendo autos distintos. Viendo la telemetría podríamos identificarlos, pero viéndolos en la pista, sin ninguna otra herramienta que nuestros ojos y oidos, difícilmente notaremos la diferencia entre uno y otro. Algo que no ocurría en tiempos de Prost y Senna, cuando fácilmente se podía saber quien iba a bordo de uno u otro auto.
Tristemente, el mundo no es sólo conducir autos (también hay que construirlos, venderlos, mantenerlos), y en muchas otras actividades, se da el mismo fenómeno. Mientras más profesional o técnicamente avanzada se vuelve una proficiencia o actividad, menos lugar hay para la expresión única de cada una de las personas que la practican.
¿Será acaso que de esta forma nos acercamos a la prefección? Difícilmente perfección, más bien conformismo. Pues fue la diversidad, en primer lugar, la que permitió llegar a los niveles que 'avanzados' que cada una de las actividades humanas han alcanzado. Mientras menos espacio tenemos para esa expresión en cada una de las actividades que realizamos, menos oportunidades tenemos de revolucionar la actividad en cuestión.
Sólo cuando ha pasado el tiempo y alguien adquiere una nueva visión, es cuando se encuentra una nueva oportunidad de separar el límite entre lo esperado y lo posible, y es en ese espacio vacío donde la individualidad sale a jugar y a llenar su único espacio.
A final de cuentas, como seres humanos somos tan insignificantes pero tan complejos... como ya antes dijo Pascal el hombre es "Un punto central entre la nada y el todo e infinitamente distante de entender cualquiera de los dos."
El hecho de que los autos nuevos estén llenos de tecnología, en cierta forma, reducen nuestra capacidad de expresarnos al volante de los mismos. Limitan la oportunidad de mostrar nuestro toque distintivo.
Es suficiente con recordar los tiempos de la infancia del Xig Promedio, cuando veía por la ventana de su cuarto acercarse el Ford LTD 1977 de sus padres. Era fácil distinguir a la distancia quien lo conducía. Aún cuando no pudiera verse hacia el interior del auto. Pues la forma de conducir de cada persona es notablemente distinta, tal vez no tan distintiva como las huellas dactilares, pero si tanto como la forma de pensar de las personas.
Contrastando, hoy en día es difícil reconocer a las personas por su hábito de conducción. Pues actualmente es el auto quien hace la mayor parte del trabajo.
Pocas personas, tal vez ninguna, podrían distinguir a dos pilotos de Fórmula 1, digamos Fernando Alonso y Kimi Raikkonen visitiendo monos y casco del mismo color y conduciendo el mismo auto, o incluso, conduciendo autos distintos. Viendo la telemetría podríamos identificarlos, pero viéndolos en la pista, sin ninguna otra herramienta que nuestros ojos y oidos, difícilmente notaremos la diferencia entre uno y otro. Algo que no ocurría en tiempos de Prost y Senna, cuando fácilmente se podía saber quien iba a bordo de uno u otro auto.
Tristemente, el mundo no es sólo conducir autos (también hay que construirlos, venderlos, mantenerlos), y en muchas otras actividades, se da el mismo fenómeno. Mientras más profesional o técnicamente avanzada se vuelve una proficiencia o actividad, menos lugar hay para la expresión única de cada una de las personas que la practican.
¿Será acaso que de esta forma nos acercamos a la prefección? Difícilmente perfección, más bien conformismo. Pues fue la diversidad, en primer lugar, la que permitió llegar a los niveles que 'avanzados' que cada una de las actividades humanas han alcanzado. Mientras menos espacio tenemos para esa expresión en cada una de las actividades que realizamos, menos oportunidades tenemos de revolucionar la actividad en cuestión.
Sólo cuando ha pasado el tiempo y alguien adquiere una nueva visión, es cuando se encuentra una nueva oportunidad de separar el límite entre lo esperado y lo posible, y es en ese espacio vacío donde la individualidad sale a jugar y a llenar su único espacio.
A final de cuentas, como seres humanos somos tan insignificantes pero tan complejos... como ya antes dijo Pascal el hombre es "Un punto central entre la nada y el todo e infinitamente distante de entender cualquiera de los dos."
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