Conforme pasa el tiempo las cosas triviales que nos rodean van nublando nuestra consciencia.
Simplemente llaman tanto nuestra atención y exigen tanto de nuestro tiempo, que nos impiden concentrarnos en lo que realmente importa: lo que hay atrás del velo al que llamamos realidad.
Conforme crecemos, vamos adquieriendo responsabilidad que es casi imposible eludir, y eso termina mermando nuestro desarrollo.
Es posible regresar y enfocarnos en lo importante, pero al hacerlo, necesariamente tendremos que negar la trivialidad en que vivimos, tendremos que dejar eso que creemos es importante porque lo hacemos, cuando la verdad es que su importancia radica en que no lo dejamos de hacer.
Es por todas esas precupaciones que estamos condenados a perder la batalla, cuando lo que realmente importaba era comprender lo que no era la guerra.
Simplemente llaman tanto nuestra atención y exigen tanto de nuestro tiempo, que nos impiden concentrarnos en lo que realmente importa: lo que hay atrás del velo al que llamamos realidad.
Conforme crecemos, vamos adquieriendo responsabilidad que es casi imposible eludir, y eso termina mermando nuestro desarrollo.
Es posible regresar y enfocarnos en lo importante, pero al hacerlo, necesariamente tendremos que negar la trivialidad en que vivimos, tendremos que dejar eso que creemos es importante porque lo hacemos, cuando la verdad es que su importancia radica en que no lo dejamos de hacer.
Es por todas esas precupaciones que estamos condenados a perder la batalla, cuando lo que realmente importaba era comprender lo que no era la guerra.
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